30.10.08

Carson City


Ayer encendí de nuevo la luz que nace del frío, la llamita del gas. Fuera llovía intermitentemente o quizá no, estaba oscuro y la pared de enfrente siempre parece mojada. Estaba tan cansado que apenas oía la televisión, donde creo que un documental hablaba de un terremoto. Una familia entera celebraba un funeral en una iglesia. Con los primeros temblores no salieron a la calle si no que se refugiaron en la seguridad de su fe, pero la iglesia se derrumbó y los lapidó. El teléfono y el ordenador estaban mudos, llevaba una bufanda negra y uno de los pliegues se resbaló desde el cuello al esternón mientras tocaba la guitarra. Me sobresalté y pensé que era un pájaro negro que me salía del pecho. Deseé estar viendo una película en V.O. como otro noviembre pasado. Recordé la travesía, cada vez más larga e infructuosa, de los osos polares, y en la televisión anunciaron una ola de frío hasta el viernes. Encender la estufa por primera vez cambia las cosas. Uno dilata ese momento en lo posible porque una vez hecho, el invierno ya es inevitable, sin remedio. Por alguna razón pensé en Carson City. Dónde está Carson City. Qué hora es en Carson City, qué hay en Carson City, qué hacer en Carson City. Quise hacer una canción sobre alguien que está en su casa y empieza el invierno, y tiembla un poco el rojo oscuro del butano ardiendo, sin más llama que una primera llama, fuera hace frío y llueve intermitentemente y él piensa en Carson City.

Y averigüé que si tomas la carretera hacia el sur, la 395, llegas a Indian Hills. Y al norte está Dayton. Averigüé que en Carson City el transporte público se llama JAC. Y que hay un observatorio llamado Jack C. Davis desde el que miran las estrellas en Carson City. Y un lugar llamado Moonlight Bunny Ranch, el gazapillo de la luz de luna, que pensé que era un rancho, y el nombre me parecía precioso pero resultó ser un club nocturno y me decepcioné. Un establecimiento llamado Carson Custom Cycles al lado de Centennial Park y que la ciudad lleva el nombre del famoso “hombre de la frontera”, aventurero, descubridor, coronel en las llamadas guerras indias, Christopher “Kit” Carson de Madison, Kentucky. Hay también un museo del ferrocarril en Carson City y la primera línea se llamaba Virginia and Truckee Railroad y llegaba a las ciudades mineras de Virginia City, Silver City y también Gold Hill. Gold Hill que ahora es uno de esos pueblos históricos fantasmas donde paran los turistas.

Y pensando en ese alguien que busca información sobre una ciudad que no conoce, que ni siquiera sabía situar en el mapa, sin motivo alguno, encontré el blog de Raquel, que se llama “ecos del sonar”, violinista afincada en Madison, Wisconsin, que con su cámara de fotos, roba atenciones y gestos ensimismados, y no deja de admirarse, constantemente, cada día, como si asistiese a un fabuloso fenómeno sin fin, de los sutiles cambios de color del paisaje y de las plantas. Y con ella viajé a South Lake Tahoe y al “rincón de lo insospechado” de Woodford Station, y se lo agradecí, devolviéndole a su email el eco del sonar, y ella me devolvió el eco amplificado.

El que trataba de escribir una canción que hablaba de otro que hacía lo que él al tratar de escribirla, mise en abyme, encontró los relatos de otra música, a miles de kilómetros hacia el oeste, mujer de la frontera, llevando melodías a Bolivia, extasiándose por la naturaleza, por los colores de las flores, por los brotes de los árboles, que hablaba de cómo su alumna Grace de siete años compuso su primera melodía, y de “la importancia de vivir lo que vives y hacerlo significativo”. Y terminaba diciendo: “no podía ser de otra manera”. Y no puede ser de otra manera, y nos gustaría que la llama de la estufa de butano que apenas nos calienta, osos polares, perdidos en el inhóspito territorio polar, corriendo, corriendo hacia delante, parándonos a olisquear el aire, buscando los ecos del sonar de la costa, de otros osos, nos gustaría que esa llama no durase solo unos instantes y luego se transformase en un magma rojizo, si no que ardiese, y ardiese, y ardiese, recogiendo los tonos de las flores multicolores de Raquel, los brotes de las plantas, los atardeceres del lago Tahoe, la soledad de la calle principal de Carson City y los neones rojos del Cactus Jack´s Casino. Nos gustaría que de verdad brotasen pájaros del pecho y que la vida se viviese siempre en versión original. Y nos gustaría que hoy los astrónomos del Jack C. Davis tengan una noche clara y divisen, al menos ellos, las estrellas que a nosotros nos tapa la lluvia, intermitente en mi calle de pueblo fantasma que parece siempre mojada. Mientras, ya he apagado la estufa, oso polar cansado, y me voy a la cama, exactamente a las 18:39 h. hora local de la capital de Nevada, situada en los paralelos 39º 9´ 39" Norte y en el 119º 45´ 14" Oeste. Hora local de Carson City.


http://raquelparaiso.blogspot.com

28.10.08

Especuladores

Falseamos la realidad cuando la alejamos de la fantasía. La empequeñecemos y la disfrazamos cuando la ceñimos únicamente al mundo de los hechos, la convertimos en lo que no es. A veces, asustados ante el abismo de lo infinito, buscamos la solidez de lo posible, y concedemos solo patentes de verdad a lo visible y lo corpóreo. Ajustamos nuestros deseos a lo que valoramos como concreto, a lo que juzgamos como práctico. Somos realistas, decimos, y terminamos constriñendo el ámbito de lo real hasta convertir la vida en un simulacro tan pequeño que oprime. Pero la vida en realidad está hecha con el material del que se construyen los sueños, y a nuestro alrededor, las fronteras de lo terreno se expanden constantemente en sus lindes con lo ilusorio como las aguas dulces y saladas de un estuario.

En ese revoltijo constante entre la ficción y la realidad, fue el suicidio verídico del joven Karl Wilheim Jerusalem el que inspiró a Goethe el personaje de Werther. Y posteriormente la publicación del libro sería el desencadenante de una oleada de suicidios entre jóvenes románticos de la época. Lo real, necesitó de lo ficticio para existir, lo material, tuvo que transitar antes en los territorios de la fantasía para ser efectivamente real. Muchos años después, los sociólogos llamaron efecto Werther al carácter contagioso del suicidio mientras algunos historiadores pusieron en duda aquel aumento de muertes apasionadas del que no fueron capaces de recoger evidencias. Unos bautizaron fenómenos y otros lo devolvieron al terreno de la leyenda romántica. Al fin, todo se enmaraña en ese trasiego entre ambos mundos. Jóvenes ataviados con chaleco amarillo se quitaron la vida por desamor, o no; historiadores buscaron sus rastros en los registros, encontraron algunos y otros no, para algunos un hecho, para otros, leyenda; pintores dibujaron el drama de Werther, aprendices en museos copiaron sus cuadros, otros se perdieron, se quemaron, las cenizas fueron de verdad pero se volatilizaron en el aire; poetas escribieron sobre ello, otros los leímos, tocamos esas páginas de árboles talados. Napoleón afirmaba haber leído siete veces el libro. ¿Era verdad? Pero Napoleón sí existió. ¿Y existió sin su fantasía? En las guías turísticas de Wetzlar aparecía la tumba del infortunado Jerusalem y otros, aquí y allá, muriendo, o deseando morir, o suspirando por tener el valor para morir, por amor. Por lo intangible. O no.

Mucho antes, a mediados del siglo XII, el obispo Hugo nos dejó la primera prueba escrita de la existencia del reino del Preste Juan. Posiblemente no lo inventó sino que recogió una creencia muy difundida entonces. La existencia de un poderosísimo reino cristiano en el extremo oriente animó a los reyes cristianos a realizar la Segunda Cruzada, esperando la llegada de un misterioso ejército que avanzaría desde el este y que nunca llegó. Conrado III y Luis VII fueron derrotados ante Damasco y Saladino tomó Jerusalén. Otros hombres murieron, territorios cambiaron de rey, de leyes, de oraciones, el Santo Sepulcro, símbolo de la fe de millones de personas cayó en manos enemigas. La fe, eso incorpóreo, eso invisible. Y cuando mayor era la desesperación y la derrota, en 1165, apareció una carta, falsificada, ilusoria, posiblemente escrita por Federico Barbarroja, en la que el Preste Juan se presentaba y daba noticias de su reino. De su reino donde abundaban la leche y la miel, lleno de esmeraldas, zafiros, topacios, ónices y berilios. Donde los vestidos se hilan con piel de salamandra, y se lavan arrojándolos al fuego de donde salen frescos y limpios. Lechos de zafiro, mesas de esmeralda donde comen treinta mil comensales, siete reyes, sesenta y dos duques, trescientos sesenta y cinco condes…. Noticias de un lugar fabuloso que finalizaba “si podéis contar las estrellas del cielo y las arenas del mar, podéis juzgar por ellas la vastedad de nuestro reino y poder”.

Y de nuevo, la carta del Preste Juan fue la inspiración que llevó a Barbarroja, Ricardo Corazón de León y Felipe Augusto a una nueva derrota en Jerusalén en la Tercera Cruzada, donde otros hombres murieron, buscando en vano las nubes de polvo que vendrían de Oriente. Ricardo, cuya existencia real sería el germen de otras sagas fantásticas, de relatos artúricos que movieron a otros hombres, reales, a búsquedas descabelladas, y que partió de su patria animado por la fantasía. El combustible del ensueño desencadenó la historia y esta, desencadenó a su vez la leyenda. Sin embargo, la carta del Preste Juan tuvo otros efectos. Se hicieron miles de copias, en latín y en todas las lenguas vernáculas de Europa y se convirtió en la obra literaria más popular de aquellos tiempos. Pasando de mano en mano por copistas y traductores la carta se complicó y distorsionó hasta convertirse en el compendio de todos los mitos, maravillas y fábulas de la Edad Media. En el reino del Preste Juan habitaban hormigas gigantes cubiertas con piel de pantera, alas de saltamontes y colmillos de jabalíes que hundiéndose en la tierra desenterraban montañas de oro, hombres astados con un solo ojo, caníbales, dragones de siete cabezas, serpientes cuyos ojos brillaban como lámparas. En el reino del Preste Juan estaba la fuente la eterna juventud y también un espejo encantado donde se refleja el mundo entero, sobre una torre de trece pisos frente al palacio del rey.

Más adelante, llegaron nuevas noticias fidedignas del Preste Juan. Destrozada la Quinta Cruzada, en 1221, Jacques de Vitry escribió al papa sobre un nuevo soberano que avanzaba al frente de un ejército sin par. Pero resultó ser Gengis Khan, y Marco Polo encontraría pruebas luego en su camino a Catay de que Preste Juan había sido derrotado por la Horda de Oro. Otros testimonios similares llenaron Europa de desconsuelo, sin embargo, el mito sobrevivió y cincuenta años después, su rastró volvió a aparecer, esta vez en África, En Etiopía, en Negrolandia, en la Terra Incognita, y sería la búsqueda de su reino fantástico uno de los motivos que impulsaría a Enrique el Navegante a crear en Sagres la Escuela de Navegación donde reunió a los mejores cartógrafos, astrónomos, matemáticos, pilotos, capitanes de nave, fabricantes de instrumentos náuticos de todo el mundo conocido, para que en su biblioteca se acumulasen las cartas náuticas, los libros de viaje, los mapas….los documentos con los que el hombre quería explicar y conocer el mundo real, a la búsqueda de lo imaginario. Y aunque tras el Cabo Bojador está el Mar Tenebroso y los cielos vomitan fuego líquido y las aguas hierven, las rocas tienen forma de serpiente, las islas acechan con rostro de ogro, monstruos marinos devoran las naves y el mar es oscuro. Enrique pidió a sus navegantes que doblasen ese Cabo, que lo cruzasen, siempre hacia el este, siempre hacia el sur. Y los navegantes portugueses expandieron el mundo físico, agrandaron los mapas, se inventó la carabela, se comerció con materiales exóticos y el 8 de agosto de 1441 se desarrolló tristemente el primer mercado de esclavos, donde las víctimas, los negros, desaparecían en Europa para jamás volver y alimentaron la leyenda en Africa de que los blancos éramos antropófagos. Siempre la leyenda. Las historias del Preste Juan iniciaron el género llamado “relato especular”, donde un relato tiene dentro de sí otro, como en el juego de espejos que reflejan su reflejo, lo que también se llamó “Mise en abyme”, matrioskas rusas, teatro en el teatro, ficción en la ficción, que no sin sentido se traduce como “puesta en abismo”, mirar al abismo de lo ilusorio para entender la verdad del mundo. Especular, que es relativo al espejo, pero que al tiempo significa perderse en hipótesis sin base real, y también comerciar, traficar, procurar provecho. Especular, reflexionar con hondura, perderse en sutilezas, fantasear, imaginar, recrear, inventar…porque así adquirimos ganancias, beneficios, aquellos que somos especuladores.

Al morir en 1460 Enrique el Navegante, de los cinco objetivos que se había marcado cuando inició su aventura exploratoria, había logrado cuatro. Solo le faltó encontrar el reino del Preste Juan. Porque los sueños no siempre se alcanzan, no siempre se logran como los imaginamos, pero a pesar de ello, son el aliento que hace que se mueva el mundo, son los que nos abren los ojos a las nuevas tierras, a los territorios lejanos, los que nos hacen desear morirnos de amor, los que expanden nuestros mapas, los que llenan nuestro espíritu, nuestra alma, del valor suficiente para ver que se esconde detrás del Cabo, y atrevernos a cruzar el Mar Tenebroso.

20.10.08

Cuenta Atrás


La ciudad que amo tanto, tanto, tanto, tanto, nos reconcilió con el teatro, y en otro ring asistimos a la debacle de Urtain, transmutado en un Roberto Álamo inhumano que nos hizo entender lo maravilloso, lo tremendamente hermoso que es ser actor. Sin conocerle, a alguien capaz de trabajar un papel así, de conmocionar así, de hacer lo que hizo por nosotros, por la Verdad, se le podría perdonar casi todo. O todo. ¿Qué clase de corazón puede tener una persona capaz de regalarnos ese sentimiento? Sin conocerle solo cabe amarle. Esa noche, asalto tras asalto, en una cuenta atrás contraria, reconstruimos la vida de derrota del boxeador desde la muerte al nacimiento. Y quizá que el primer cuadro fuera su suicidio lo convirtió todo en mucho más desesperanzado, cruel e inevitable. Cuando releemos podemos soñar con que esta vez Héctor venza a Aquiles, y aunque sepamos que las páginas no se reescribirán, en cada ocasión, mientras avanzamos llevados de la mano de la narración, de nuevo todo puede ocurrir, de nuevo la historia se reescribe en nuestra imaginación. Y siempre termina igual, sí, pero siempre se reescribió de nuevo. Sin embargo, aquí la muerte aparecía como el primer ladrillo que construía una vida de miseria y tristeza infinita. Condenado desde el día en que fue engendrado. Y entre tantas escenas de enorme emoción, le vimos temblar como una marioneta con sus músculos enloquecidos tiritando mientras a su alrededor, el corifeo de aduladores le cantaban “yo te amo con mi carne y con mi alma…yo te amo a puro grito y en silencio..yo te amo de una forma sobrehumana..yo te amo..te amo tanto..te amo tanto…” Y Urtain, buscando a su alrededor constantemente ese amor nunca encontrado se repetía una y otra vez “¿Qué he hecho yo para que todo lo que hago sea tan sucio? ¿Qué he hecho yo para que todo lo que hago sea tan sucio?”.

Almas que jamás encuentran la luz. Nosotros en nuestra cuenta atrás si la tuvimos, y como siempre fue la música la que nos iluminó. En su primera canción, Jason Ringenberg tuvo un problema con la amplificación y comenzó a cantarla al natural mientras se solucionaba. El silencio era sobrecogedor, no tintineaba ni un hielo mientras rasgaba su guitarra al aire y de repente desde arriba se escuchó una segunda voz dulcísima, angélica, y en lo alto, desde el mirador reservado que tiene la sala El Sol, Stacey Earle ayudó y acompañó a su compañero, los dos elevando sus voces sin artificios al cielo de humo azul y focos descascarillados. Más tarde, con Mark Stuart, nos desgranaron su música, tan hermosa, tan sin artificios, y al tiempo esas miradas cómplices de amor, de amor absoluto, el mismo que le faltó a Urtain, el mismo por el que todos suspiramos, con arpegios de guitarra que parecían el sonido de una caja de música y sus voces conjuntándose tan armónicas, a veces como si nos cantaran nanas al oído. Y al fin, los tres, enseñándonos lo que es la amistad, el respeto entre músicos, abriéndose literalmente el pecho Stacey para mostrar una camiseta de Obama, entonando ese salmo que dice que vendrá la luz, que cesará la oscuridad y la noche, que encontraremos guía los que vagamos con nuestra alma llena de pecados, sin objetivos, a traernos la felicidad. La felicidad que estaba desde principio donde debía, en el amor, donde no cabe lo sucio, y días antes la bailarina Caterina Varela
se arrastraba por el suelo en la piedra húmeda interponiéndose entre éste y Alexis Fernández, colocando sus manos y su pelo donde él pondría sus pasos, como una sombra que se anticipa, y él hollaba con sus pies desnudos esas palmas mullidas con su cabello rubio y así es el amor, y por eso le guardamos eterno agradecimiento a los actores que nos hacen llorar, a los bailarines que nos cortan la respiración, a los músicos que elevan nuestras voces hacia el cielo, hacia la luz, para que nuestra cuenta atrás se inicie en el renacimiento diario y cuando digamos te amo, te amo con mi carne y con mi alma…yo te amo a puro grito y en silencio..yo te amo de una forma sobrehumana..yo te amo..te amo tanto..te amo tanto…sea verdad, y nuestra voz suene desde lo más profundo del sentimiento arrancado, para que nunca más, nunca más, volvamos a pronunciar ¿Qué he hecho yo para que todo lo que hago sea tan sucio? ¿Qué he hecho yo para que todo lo que hago sea tan sucio?

5.10.08

Reyes del KO

Desde hacía quince días flotaba su amenaza en el aire. Venían hacia aquí y algunos los esperábamos como los isleños aguardan los huracanes del fin del verano. Llegará el miércoles, estad preparados. Pero nosotros rezábamos para que su fuerza se multiplicara al cruzar los mares del norte. Rezábamos para que pudiesen desencadenar sin trabas todo su poder destructivo, para que arrasase nuestras puertas y ventanas al mundo, para que hiciese volar por los aires nuestros jardincillos y setos cuadriculados. Destruirlo todo, demolerlo todo y que nos dejase desnudos, tatuados con el barro y la lluvia, moviéndonos como marionetas en el viento de su tormenta enfurecida. Que lleguen y lo barran todo. Unos necesitan reflexión, otros necesitamos golpes, y anhelando los golpes para convertirnos en boxeadores sonados, rezando por la voladura incontrolada, llegaron los Backyard Babies. Para asolarlo todo, para joderlo todo

Y cuando el huracán sónico pasó, dejándonos atónitos, despojándonos de todo lo inútil, éramos más nosotros mismos, nos excitaba más vivir. Los supervivientes del estallido nos levantamos de aquel suelo negro y ya éramos otros hombres. Dejamos de caminar, para saltar, de hablar para aullar, de temblar para latir, con el corazón golpeándonos como el timbal base, como el bajo, bum, bum, bum, toma ostia, bum, bum, bum, vive, bum, bum, goza, bum, bum, expón tu piel al viento que castiga con su guante de cuero, quédate sin palabras, di, “joder, joder, joder, ha sido la ostia”, Bum, Bum. Bum. Salimos a Vigo y Andrea quería un cartel del concierto. Lo arrancamos pero era casi más grande que ella. ¿Dejarlo? Llévatelo Andrea, nunca se sabe como termina la noche. Durante el concierto dos chicas punks se extasiaban con Dregen, y cuanto más él escupía, sudaba, exudaba por todos los poros quien sabe qué ponzoñas, quien sabe que tóxicos, ellas más le amaban. Y cuánto más cerca estaba él de su pérdida absoluta de consciencia, más cerca de la muerte, del éxtasis, de la desaparición, enviándonos las llamaradas de su explosión descontrolada, más ellas querían tocarle, lamerle, arañarle, devorarle. Te voy a hacer padre, Dregen, te voy a hacer padre. Y casi al final, desde el escenario alguien señaló a una de ellas y le dijo “you´re beautiful”.

Esa noche Vigo era como la ciudad devastada, desierta, por la que solo caminábamos los despojos del huracán, los insomnes. Al rato en una Iguana semi vacía aparecieron las punkis. Habían raptado al bajista de Bullet, otra banda acedeciana, honestos, ilusionados, transmitiendo alegría mientras se comprometían en la misma labor de aniquilación por la distorsión. Y Adam, cayó entre músicos, entre tipos apasionados con los que compartió copas, que le regalaron su disco, que le dieron las gracias, por tocar, por estar ahí, por darnos ese Bum, bum, bum. Alguien sería padre esa noche. Descubrimos que Backyard Babies estaban en un callejón oscuro, hogar de yonquis y grafiteros y llevamos hasta allí a Andrea remolcando su cartel enorme. No importa cuanto pesen nuestras ilusiones, arrastrémoslas con nosotros. Sí, era más cómodo ir con las manos en los bolsillos vacíos pero el que soporta el peso quizá reciba su premio. Y Andrea obtuvo el suyo, cuando salió Dregen, entonces tan pequeño, tan amable, envuelto en su batín de boxeador cansado, sonriéndonos a todos, agradeciendo otro disco y firmándole a ella su trofeo. Horas más tarde, en la autopista Alberto narraba como había hablado con él, qué le había dicho, nos lo contaba a nosotros mismos, que estábamos allí. Relataba en voz alta para nosotros nuestra propia historia. “Entonces le dije a Jorge, Eh! Jorge! Ahí está Dregen, y Jorge me dijo…..”. Y en la radio sonaban “Los del Gas”, tocando “Pégame a mí”, y cantaba El Drogas de Barricada. No era lo mismo, pero en otras partes, otros, como podían, como mejor sabían, como mejor sentían, seguían golpeando para nosotros, Bum, Bum, Bum.

Al día siguiente, apenas sin dormir, sonó el teléfono de Josemi y alguien le anunció una nueva tormenta que también venía del norte. Los Reyes del K.O. daban un concierto sorpresa en el Malas Pécoras. Y allí volvimos, al cuadrilátero de la música, a recibir más golpes en el alma, a encontrarnos otra vez con Marcos y Adrián, protagonistas de algunas de nuestras bandas sonoras más caóticas, de las noches de blues, en Santiago DC cuando había blues, cuando todos bullíamos, cuando cada noche, cualquier noche, podía ser una reunión de golpeadores y golpeados, en el Bum, Bum, Bum. Allí apareció ese enorme blues man que es Xulián Freire, siempre en pie, siempre sobre la lona, con otros proyectos, otros músicos, otras bandas, y apareció Fran Pérez, (NARF) al que tanto admiramos desde siempre, desde que también nosotros empezamos a golpear y a ser golpeados, cuando mirábamos a Carlos Santiago extasiados y queríamos ser como él, cuando gritábamos por la calle “No me gusta señora que me digan lo que debo hacer” y no estaba Alberto entonces para recoger nuestra propia historia pero sí estoy yo ahora para contarla. Y allí, de nuevo, en un bar estrecho donde el humo nos hacía casi llorar, donde las chicas intentaban bailar en la primera fila, allí estaban de nuevo, Los Reyes del KO, los que han luchado por su pasión hasta la extenuación, los que no podían pagar el alquiler, no tenían que comer, los que vagaban con su guitarra, su armónica y su sonrisa perenne, los que se arriesgaron, se lo jugaron todo, los que ahora frecuentan a algunos de los mejores músicos del mundo, con el mismo equipaje que entonces, el hambre, su latido, Bum, Bum, su púa, su saliva, su aliento, su brillo en los ojos.

A mi derecha dos amigos se encontraron. Ambos se relataron su noche anterior, a los dos les habían pegado. Uno insultó a un hippy “pero me pegó poco”. Otro acabó de copas con el chico con el que se había peleado, después de hablar corazón con corazón muchísimo tiempo. Dijo: “Al final, pelearse viene a ser algo súper íntimo, como hacer el amor”. A mi izquierda estaban mi hermano y Fran, que se había alegrado mucho al recibir, también él, nuestro disco, que regalamos a los que nos emocionan, lo poco que sabemos, lo poco que tenemos, es vuestro, tomad, que nos habéis dado tanto. A Fran le brilló la cara, de verdad, y nos había dicho, “joder, seguís ahí, seguís ahí, como campeones”. Y mientras Adrián nos emocionaba hasta el tuétano, nos dejaba sin palabras, golpeados, temblando, con “Young boy blues” (quiero llorar cuando oigo su nombre. Si lloro me siento avergonzado, así que dejo que el orgullo sea mi guía, guardo dentro las lágrimas, y cada noche es como mil años), Fran se encontró, con otro superviviente, de Os Quinindiolas. Y le oí decirle lo que valoraba estar, lo que valoraba continuar, seguir, seguir, mira a esos dos en el escenario, les conozco desde antes de que les cambiara la voz y mira, decía, qué músicos tan enormes, y yo, que también llevo mis años en esto, me sigo emocionando cuando los veo ahí, con esa ilusión, con esa fuerza, después de momentos malos, peores, y siguen, no imaginas lo que yo respeto eso, lo que lo valoro. Mientras, Marcos descansaba en la barra después de haberse fundido de nuevo con su armónica, que es capaz de evocar todos los sentimientos en su boca y Adrián, que no sabe cantar sin sonreír, seguía diciéndonos: “cuando beso a alguien nuevo, me hago creer que te beso a ti…..no saber a dónde ir, no saber qué hacer, estoy tan perdido y solitario porque te he perdido a ti…”, rey del KO, venciendo algunos asaltos, siendo derrotado en otros, levantándose cuando le derriban, para seguir recibiendo él su paliza cuando escucha a otros, cuando se emociona con otros, golpeándonos en lo más hondo a nosotros, que aspiramos a golpear a otros, a trasladar a otros corazones y otras pieles las emociones, la alegría de vivir, la electricidad, la excitación de estar ahí, que algún día le diremos a una punk emocionada “You´re beautiful”, y lo merecerá, por estar ahí, gritando, latiendo, Bum, Bum, Bum, para que otros puedan latir al tocar, al cantar, al tocar el bajo, como Larry, que también latía allí, y que llevaba latiendo tantos años, Bum, Bum, Bum, en la pelea de cada día, que nos une a todos en el intercambio de derrotas y victorias, golpes, sudor, saliva, los guantes de cuero en la piel, no, jamás nos bajaremos del cuadrilátero, jamás dejaremos de pulular por los bares del rock, por el Malas Pécoras, por el Piraña, con Isa y Emma, con Adolfo, por los escenarios, arriba, abajo, donde están las ostias, donde se desencadenan las tormentas, sí, llevaremos arrastrando con nosotros los carteles con las fotos de los que amamos, nuestro equipaje de sueños, más grande que nosotros mismos, cansados, en nuestro batín de boxeador sonado que no quiere bajarse del ring, jamás, no sin mi chupa, no sin mis botas, no sin mi guitarra, no sin mi corazón, no sin la música, donde pelear es como hacer el amor, Bum, Bum, Bum, reyes del KO.


http://www.losreyesdelko.com
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