En 1999 renegué de la poesía hastiado de mi propia mediocridad y de lo que consideraba un paisaje humano plagado de falsarios deseosos de hacerse un hueco en la gestación de la poesía contemporánea de Galicia. Al lado de algunas personas honradas que aún perseveran en ese empeño de contar en verso emergió un ejército de vacuos poetastros con un indisimulado anhelo de convertirse en Generación. Los recitales causaban vergüenza ajena y el ambiente nocturno era pedante y falso. El lenguaje poético servía de coartada para la exaltación de la insignificancia. Soñaban con verse en antologías. El mezquino reparto de premios y jurados literarios me repugnó. Todo esto también contaminó el modo de ver mis propios poemas que consideré poco menos que una absoluta basura. En realidad, todo era un síntoma más de la enfermedad de la rabia. Este fue el último que escribí.
EL CARTÓGRAFO
Durante
meses vagué por el océano buscando un paraíso.
Después
de cruzar la última frontera
en la
línea esmeralda del mar
encontré
el continente oscuro
o tal
vez el síntoma terminal
del
febril delirio del mal del marino.
Apenas
esbozado detrás de la kalima
semejaba
flotar y alejarse o acercarse a su capricho
como una
masa viva, cambiante e informe
que
parecía latir sobre las olas
o
acunarse entre las sábanas de espuma.
pero
todos los instrumentos se descompusieron
la
brújula parecía el reloj enloquecido de un suicida
y el
catalejo un caleidoscopio de verdeselvas oscuras
inútil
el sextante que trazaba todo el arco celeste
y ni
sobre el mar servía el altímetro de ebullición
según
el cual
yo
debía estar en el cielo
y tal
vez
tal vez
lo estaba
A
veinte nudos a treinta difícil de saber
una
milla o cien
Cada
día con todo el trapo al viento
no
parábamos de acercarnos sin hacerlo a ese dibujo cambiante
bajo un
cielo diferente y nunca visto
un
cielo primigenio
con un
astrolabio recogiendo una cosecha de nuevas estrellas
con
constelaciones de dibujos misteriosos e inquietantes
que
pensábamos perdidas en la noche de los tiempos
donde
no brillaban la Estrella del Norte
ni la
Cruz del Sur
Los
hombres eran supersticiosos y comenzaron a murmurar
no era
un continente sino un monstruo mitológico
y yo
era un Ahab cegado por una obsesión enferma
Pero
había días en que la kalima se difuminaba
y los
contornos parecían tan cercanos amigables
que
todos enloquecían por llegar a aquel lugar de maravilla
Incluso
un atardecer creímos ver una bandada de aves marinas
y nos
llegó el sonido del arroyo en la montaña en el olor a agua dulce
No sé
el tiempo que pasó
Dejamos
de mirar el calendario
y el
día y la noche se fundieron en la misma línea difusa que el resto de los signos
del cielo y de la tierra
sólo avanzando
sofocando
motines y avanzando
ejecutando
castigando y avanzando
con la
mirada fija en esa promesa incumplida
Un día
al fin
tracé
la posición del continente
que
jamás se había movido de su sitio
4º
23´78´´ latitud S
55º 09´
52´´ longitud E
Y esa noche
oscura y estrellada
en lo
alto del cielo apareció con fuerza Casiopea, los Gemelos y la Osa Mayor
Se
difuminó la kalima, el aura del continente oscuro
y me
sentí como si hubiese acertado el enigma de la esfinge
como si
hubiese recibido el permiso de Caronte
Así
llegué a finales de octubre a la costa del continente oscuro
Circunnavegándolo
en dirección sur-sudeste
Desde
un paraje que parecía una selva impenetrable
Diario de a bordo J.Armesto
Cartógrafo
El 29 dejamos la intrincada
selva
y ante nosotros apareció una
cueva marina horadada por la ola
que se perdía estrechándose
en volutas acaracoladas
sin llegar a verse el fin
Sobre el acantilado
avanzamos suavemente por pequeños prados de heliconias
colinas boscosas y campos
aptos para el labradío
hasta llegar a lo que
parecían ser dos oasis gemelos
cercados de negras palmeras
datileras
En la arena un ciego oraba
con el rostro hacia el agua
brillante y oscura
y en el centro del pequeño
lago
flotaban colonias de plantas
de loto azulado
Eran el iris del que nacían
hacia la orilla
como las barcas de una noria
hacia el círculo del cielo
como caminos dorados hacia
el centro de Oz
los reflejos del sol que
navegaba el lago al atardecer
Probé las plantas queriendo
olvidar
pero no pude.
Día 30
Después de una larga calma
chicha
volví a navegar hacia el
sudeste
dejando a babor suaves
acantilados rectilíneos
que se perdieron en cinco
fiordos redondeados
coronados cada uno por un
pequeño glaciar
Seguí rumbo sur
cruzando paralelos cada vez
más calurosos
sin dejar de perder la línea
de la costa
que se me antojaba fértil y
llena de vida
31
Desembarqué en una ancha
ensenada
dejando al norte dos
volcanes paralelos que cerraban un valle verde y luminoso
donde encontré las primeras
manadas
bosques de acacias y caña de
azúcar
jacanandas y helechos aéreos
palmas y bananos
tamarindos sicomoros
y vi gráciles saltar por la
sabana
cebras y gacelas
garzas impalas jirafas y
antílopes Grant
y llegué al Ngorongoro de tu
ombligo
y más al sur pisé Tierra de
fuego
para entonces bautizaba cada
metro de tu continente oscuro
como un demiurgo agradecido
a un dios de grado superior
Ante mis ojos se alzaba todo
el espectáculo de la vida sin mácula
las grandes migraciones de
mamíferos
cruzando a lo largo de ti
desde la estación seca a la
estación de las lluvias
los cantos de las tribus
los tambores
los niños cuidando el ganado
el aire azul pálido de las
Tierras Altas
el susurro de los saltos de
agua y el rojo sanguíneo del flamenco
y nuevos lagos encerrados en
papiros
y nuevas selvas cubriendo
templos y efigies de dioses extintos
Todo el continente floreció
para mí
Y por primera vez imaginé mi
mar como un vasto cementerio
la metáfora inútil del paso
del tiempo
Ahora vago de nuevo por el
océano circunnavegando tu continente oscuro
no hay cartas marinas que
dibujar
ni nuevos rumbos que seguir
cada milímetro de ti está
trazado en miles de mapas idénticos que no puedo renunciar a corregir
y mis instrumentos se niegan
a guiarme a otro lugar que no seas tú
solo navego
alrededor de ti
Al fondo de mi catalejo
me acostumbré a mirar en
círculo
Todo mi mundo eres tú
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