17.11.11

PORQUÉ NUNCA PODRÉ SER UN ESCRITOR


Jamás. Jamás podré llegar a ser un escritor. Ya no digo bueno, ni siquiera malo. Porque para mí, escribir es casi siempre la crónica de un allanamiento. Hay algo que se quiebra dentro y que abre una grieta por la que empiezan a adentrarse esas visiones que acechaban ocultas, contenidas por el acontecer rutinario. Visiones de lo animado y lo inanimado, respuestas a preguntas que de ningún modo me había formulado, revelaciones de secretos, descubrimientos de los hilos invisibles que relacionaban de una forma nunca soñada objetos con otros objetos, personas con personas. Todo conforma un nuevo cosmos que penetra en mí, dirigido con sus leyes misteriosas que yo conozco entonces de manera intuitiva e inmediata. Y ese mundo increado, que se me presenta como una aparición, como un rostro que se desvela, no es mío, sino que me ha invadido aprovechándose de la hendidura provocada por la otra realidad, la que miraba con los ojos de diario. Y lo que causa la fractura pertenece a un mundo, y lo que lo penetra, a otro. Distintos, lejanos, gobernados por fuerzas y deseos diferentes, del mismo modo en que son diferentes la hoja afilada que hiende la piel y la miríada de microorganismos que provocan la infección. Del mismo modo que son diferentes los arrecifes que tronchan el casco del navío y el océano que lo inunda. No se conocen, no conspiran, y nos hieren de modos distintos: una nos lacera y otros nos corrompen. Uno nos golpea y otro nos ahoga.

Imagino a esos seres extraños como los bárbaros a las puertas de un imperio que se resquebraja: Hannibal ad portas. Con sus idiomas que nos resultan hostiles, que suenan en nuestros oídos como gritos, como insultos, como aullidos, como una amenaza. Con sus canciones feroces, sus bailes frenéticos, sus hogueras, sus ropajes chocantes, sus pieles y sus bestias. Eran esa otra cosa incomprensible que estaba ahí afuera, a lo lejos, que llegaba de los territorios lejanos, inexplorados, fuera de los mapas, impenetrables.

Y entonces las murallas ofrecen ese ámbito para la herida. Y cuánto más profunda, hiriente y dolorosa es, más espacio deja para la llegada del mundo imaginario, que me puebla, me domina, me enseña su idioma y sus costumbres, y que yo, pobre de mí, transcribo como mejor sé, como esos primeros historiadores de la antigüedad dibujando con mis dedos manchados de arcilla en la piedra.

Tarde o temprano, termino cerrando la puerta, cubriendo la yaga, sanándome. Y el flujo de suministros que alimentaba a ese ejército de fantasmas cesa. Desde la fortaleza ya no veo los brillos del fuego en la oscuridad ni me asaltan aquellos sonidos terribles. Se abre de nuevo el espacio conocido, el jardín domado, el erial infinito. Mis ojos descansan. Los relatos, los poemas, las canciones que se terminaron en los momentos de posesión ahí se quedan, como mudos testimonios de la enfermedad. Un historial clínico. Como esas radiografías de roturas de huesos infantiles que mi padre guarda en un cajón. Y ese es su único valor: la narración del resquebrajamiento.

Y aquellos otros que se quedaron a medias…jamás se terminarán. Desaparecido el impulso que llegaba de aquellas formas misteriosas, se paralizan y se fosilizan como mosquitos en ámbar. Pueblan mi espíritu de historias inconclusas, personajes inacabados, capítulos nunca continuados, embarullándose unos con otros, despojos de las sucesivas invasiones, de diferentes vidas, de diferentes sueños, de diferentes narraciones, secuelas de tantos desgarros. A muchos de estos espectros les tomo afecto. Los recuerdo a menudo y me duele verles, deshechos inútiles, incompletos, truncados en un permanente estado de aplazamiento. Mañana vivirás, les digo, pero mañana nunca llega. Me gustaría seguir insuflándoles vida, que avanzasen hasta completar su ciclo, nacer, amar, morir, pero no puedo. Y siento, casi siempre, que curarme, cerrar la herida, conlleva una traición.  

Por eso, porque estoy vivo, porque las heridas cicatrizan y las nuevas traen otros mundos y otras fantasías, porque todas las fuerzas de mi ser adoran la vida y combaten el dolor, jamás terminaré nada, jamás dejaré una obra digna de este nombre. Seré solo un iniciador de cuentos, un creador de personajes a los que luego abandono sin destino en ese limbo inmóvil del tiempo detenido. Seré un narrador de leyendas que solo tienen principio, el trovero que repite “Érase una vez” de mil maneras distintas..una y otra vez.


Quizá algún día que no deseo que llegue, sufra una herida que no se pueda cerrar, que extienda tanto en el tiempo su exposición a la vida imaginaria como para que esta me penetre para siempre. Imagino la crónica de esa última invasión como el hundimiento del barco que embistió el arrecife. Los hombres exhaustos, impotentes ante la fuerza del océano, bajan los brazos y se conforman con su destino. El aire desaparece poco a poco, el barco desciende suavemente hacia el abismo y su último recuerdo es una burbuja que dura un instante, un pequeño remolino. En el fondo, acostado sobre el suave limo abisal, mecido por las corrientes, los jirones del velamen ondean acompañando a los sargazos en el mismo baile de muertos. Entonces, silencioso, mudo, inmóvil para siempre, me poblarán medusas y peces de colores y cerraré los ojos para que crezca en ellos el coral. Dejaré de ser lo que antes fui, una lóbrega bodega, un esqueleto de madera quejumbrosa, para convertirme en parte del hogar de los que habitan el mundo submarino. Para convertirme para siempre, en el fondo del mar, en un acuario.

5.10.11

NOSOTROS, LAS SOMBRAS



Hay textos con facultades mágicas. Observadas por separado, sus palabras, sus frases, no parecen destacarse. Paseo la vista entre las líneas dispersas sin que nada me ancle, sin recibir impactos, sin que ninguna me reclame. Pero unidas -y cuando digo unidas, quiero decir, convertidas en un magma de significado-, no se sabe por qué misteriosa condición adquieren un alcance distinto e hipnótico. Entonces, y solo entonces, después de haber intuido un sentido profundo en el conjunto, en la mezcla difusa, un significado que no estaba antes, puedo volver a destruir la narración y volver a leer las frases aisladas, enormes, elevadas kilómetros desde el suelo y que ahora me obligan a volver a ellas, a escuchar, una vez, y otra vez, a desentrañar, a imaginar, a recrear lo creado.

Nos conocimos aquella noche, somos sombras, visiones de seres translúcidos, observadores distantes de una realidad física sucia que se desarrolla en otro plano: en el de lo real inalcanzable. Somos sombras, reminiscencias de nosotros mismos, presencias fantasmáticas, testigos que miramos desde una ventana aislada, alargamos nuestros brazos incorpóreos gesticulando el aire en el aire, atravesando el mundo inasible. Trabajando como perros callejeros hurgando en la basura, huidizos, atentos a los ruidos, preparados para correr. Aparecemos al caer el sol para olfatear y seguir el rastro de las emanaciones de la miseria. Luego nos desvanecemos, esquivos, a nuestros refugios entre las ruinas, a los agujeros, a los sótanos, al subsuelo del submundo. Y de repente se llenan las calles de polis y grúas y los nórdicos riegan las avenidas más protegidas cuando amanece y el mundo de la pobreza invisible vuelve a ocultarse hasta la noche siguiente bajo el manto pulcro del bullicio diario que se esfuerza vanamente cada mañana en eliminar los restos del paisaje de podredumbre de las noches. En esa impostura de una normalidad artificial en retirada que se atrinchera ya únicamente en los centros más protegidos contra la amenaza de esos hombres que arrastran sus esperanzas en grandes maletas, que desconocen la lengua, que ignoran las reglas, que nacieron sin gracia, cuya presencia cada vez más visible asusta. Ese ejército de seres anónimos de nombres impronunciables y rostros indistinguibles. Seres que se comunican con extraños gritos y que son portadores de esa dolencia oscura de la pobreza y el hambre, que llevan en sus desaliño el germen de la destrucción del mundo de la luz blanca y que obligan a sus habitantes a defenderse, a parapetarse, a colocar por cada diez, una valla. Para que el centro sea aún habitable, para mantener aún todavía en su respiración asistida la ilusión de una isla próspera. Aunque haya que sacrificar a los miembros podridos, cercenarlos de la geografía urbana y dejar crecer la infección negra en los suburbios, ya perdidos. Guerra inútil, donde una ambulancia tiñe extrarradios junto a una anciana, ese cadáver prematuro, despojo en espera, presencia inmóvil que mira las aceras, testigo cansado del drama cotidiano, el de la sangre real, tan roja, aquella que no aparece en los sucesos, que se derrama cada noche, invisible para todos, la que deja únicamente esas huellas de suciedad en las baldosas hendidas. Esa sangre roja que se muestra en los propios ojos al cerrarlos, en las visiones de pesadilla, tan verdadera, tan cierta, tan inevitable. Frente a la otra, adulterada con las luces naranjas del falso socorro, de las ambulancias desastradas, los médicos derrotados que recogen con desaliento, conscientes de lo inútil del gesto, los cuerpos, su coartada. Para que la violencia se enquiste, y los ojos desconfiados brillen tras los visillos grises de las cortinas, centelleando cien iris por cada asesinato, emergiendo esa nueva raza de subhombres embrutecidos, exudando sudor de aceite quemado. Y el dueño del pit bull feo se queda a cubierto, observando a otros que a él le observan, otros perros guardianes, otras armas, anhelando el estallido de la violencia para poder imponer el orden salvaje de los golpes y las palizas en los callejones. Los llantos de los borrachos sangrando. Se miran en los espejos quebrados como reflejos corrompidos de los guardianes de los barrios nobles, los defensores de un orden que ya les abandonó a su suerte en este espacio desolado. Son los representantes ficticios de una ley ilusoria desnudada en barbarie, y en su casa guardan el casco de un guardia. Más a pesar de todo se abren las vías del contagio imparable, arrasadas las exclusas por la pulsión de muerte del norte que necesita de los heraldos de la agonía del sur. Que necesita de traficantes y ejecutores. Que respira del hálito de los desgraciados. Que devora lo que le envenena. Luego en los barrios finos, las amenazas, hasta las cejas coca, la causa es otra. El dolor que viene, la enfermedad invencible, la epidemia de ruina que acecha contra toda cuarentena. Suenan los tambores que anuncian la gran tragedia final. Los espíritus malévolos vagan libres por las calles. Trato o truco, acechan cada puerta. Todo recuerda al reino de los muertos, el mal se banaliza y se representa en calabazas de rostros grotescos, los niños juegan a ser tullidos, adoptan posturas deformes, indistinguibles de los anormales, los contrahechos, los despojos, los lisiados, los deficientes. El aire huele a carne dulce. La noche se hace con todos y el final del caramelo deja en el paladar el anticipo funesto del sabor de la ceniza en la boca. El lenguaje de las certezas se impone en el terreno conquistado por la plaga negra. La sociedad secreta escucha hip hop de verdad. Las palabras valen su peso en dolor. Cada letra es un grito de culpa y desesperanza. Y nosotros, las sombras, rumores de nosotros mismos, ecos en la canción que se desvanecen, nosotros…. nosotros… nosotros…. las sombras… las sombras…. las sombras….. Nosotros, las sombras….detrás.










Nos conocimos aquella noche, somos sombras
trabajando como perros callejeros
y de repente se llenan las calles de polis y grúas
y los nórdicos riegan las avenidas mas protegidas
hay hombres que arrastran sus esperanzas en grandes maletas
desconocen la lengua e ignoran las reglas, nacieron sin gracia
y mientras nosotros hacemos lo nuestro, cada 10 una valla
y mientras nosotros hacemos lo nuestro, cada 10 una valla

trato o truco, la sociedad secreta escucha hip hop de verdad
trato o truco, la sociedad secreta escucha hip hop de verdad
y nosotros, las sombras...detrás

Junto a la anciana una ambulancia tiñe extrarradios
luces naranjas como la sangre adulterada
el dueño del pit bull feo se queda a cubierto
dice que en casa guarda el casco de un guardia
luego en los barrios finos las amenazas
hasta las cejas coca, la causa es otra

trato o truco, la sociedad secreta escucha hip hop de verdad
trato o truco, la sociedad secreta escucha hip hop de verdad
y nosotros, las sombras...detrás

trato o truco, la sociedad secreta escucha hip hop de verdad
trato o truco, la sociedad secreta escucha hip hop de verdad
y nosotros, las sombras...detrás
(Pedro Sanjuan/2009)

29.8.11

LLEGÓ NUESTRO TURNO

LA BRUTALIDAD POLICIAL COMO SÍNTOMA DEL EMPOBRECIMIENTO DE LAS CLASES MEDIAS

Castoriadis cita en uno de sus textos la definición de ciudadanía que ofrece un estudiante norteamericano quien la reduce a: “Es el derecho de no ser perseguido por la policía”. Como el propio Castoriadis apunta, esta definición implica, entendida en sentido inverso, que la policía sí puede perseguir a los no-ciudadanos, es decir, transeúntes, inmigrantes clandestinos o incluso extranjeros y simples turistas. También a aquellos colocados en los márgenes de la ciudadanía, es decir, los marginales, término que engloba sin distinciones a los sin techo, mendigos, inmigrantes ilegales, miembros de pandillas juveniles, dependientes de los subsidios sociales, adictos al alcohol y drogas o pequeños criminales callejeros.

Sin embargo, en los últimos días, vemos imágenes, cada vez más con más frecuencia, de la policía cargando violentamente contra “ciudadanos” y, aún peor, exhibiendo unos modales despectivos y desdeñosos en el ejercicio de su ferocidad que se muestra con altanería y soberbia. Como con superioridad. Tales modos, no son desde luego ninguna sorpresa para cualquiera de los grupos de “marginales” a los que antes hice referencia. Tampoco son sorprendentes para organizaciones como Amnistía Internacional que lleva años denunciando la tortura y los malos tratos de las fuerzas de orden público españolas, describiendo en su informe “Sal en la herida”, una situación de impunidad generalizada, complicidad y encubrimiento de los demás policías por un corporativismo mal entendido (que se manifiesta tristemente en las delirantes autojustificaciones que afloran en sus foros y ofrecen una idea precisa de lo extendida que está esa cultura de violencia), dificultad para denunciar, indefensión judicial para las víctimas, inexistencia de investigaciones y sanciones, etc. El informe relata que cuando excepcionalmente se produce alguna sanción, esta suele ser leve, acostumbrándose a indultar y recompensar posteriormente con ascensos a los funcionarios expedientados. Añade además que aunque no se puede hablar de un comportamiento violento rutinario, sí dista mucho de ser excepcional, ni se circunscribe únicamente a algunos elementos minoritarios de las fuerzas de seguridad.

Esta situación, por más que fuese dramática, era visible únicamente por los que estaban situados al otro lado de la frontera de esa ciudadanía que funcionaba como islote defensivo vigilado por estos perros de presa. Acontecía detrás de nuestros muros y era, por tanto, invisible para nosotros, los ciudadanos, que la tolerábamos con esa inconsciencia egoísta de no querer mirar. Hasta que de repente, un día, se manifiesta nítidamente en toda su obscena barbarie, dejándonos en una especie de mezcla de sentimientos entre la indignación, el espanto …y la sorpresa. La sorpresa porque se ha roto una de las reglas del juego, aquella que nos colocaba a salvo de nuestros propios guardianes. Que ahora nos agreden a nosotros, a quienes debían proteger.

En realidad, sin embargo, no se ha roto ninguna regla. El juego continúa tal cual. Simplemente es nuestra posición en él la que ha cambiado. Nos hemos desplazado. Dice Bauman que los pobres en realidad son “consumidores defectuosos o frustrados, expulsados del mercado”. O lo que es lo mismo, el grado de marginalidad de una persona en el sistema se mide únicamente por su capacidad de consumo. Los adictos a drogas o alcohol, los criminales, los inmigrantes, forman parte de la bolsa de “marginales” solo en tanto que no consumidores. Cuando se da el caso contrario, su integración es absoluta. ¿Qué otorga entonces la carta de ciudadanía? Únicamente nuestra posición en la sociedad de consumo.

En las últimas tres décadas asistimos al cada vez más frenético aumento de la desigualdad, con un crecimiento imparable de las rentas altas a costa, no tanto de las más bajas cuyo saqueo no tenía ya mucho más recorrido, como de las rentas medianas. Según Kerbo, Sennet y otros, la zona central de las rentas se reduce, aumentando los empleos de altísimos salarios, pero sobre todo aquellos otros de sueldos bajos. Este empobrecimiento de la clase media, cada vez más visible, lleva a que por primera vez en la historia, un porcentaje elevadísimo de ciudadanos están viviendo por debajo de las expectativas que su formación académica o profesional les venía ofreciendo históricamente. Aquellos estudios o prácticas profesionales que garantizaban en el pasado el acceso a un nivel de vida medio o medio alto han dejado de hacerlo y son víctimas ya también del subempleo, la precariedad, cuando no directamente del subsidio. O lo que es lo mismo, se han quebrado las seguridades que ofrecía la sociedad capitalista y por primera vez la marginalidad, entendiendo esta como el destierro del consumo, no está inseparablemente unida a los bajos estudios y la falta de calificación, sino que acoge a cualquiera, independientemente de su formación y su capacidad profesional.

Por supuesto, como en cualquier proceso de exclusión, la ética y el discurso dominante tiende a disfrazarlo como auto-exclusión. Para que los pobres pierdan su condición simbólica de ciudadanos a los efectos de la retórica imperante, no basta con que sean pobres sino que su pobreza debe ser elegida. En una sociedad de consumidores libres no es concebible la pobreza más que como un uso (corrompido) de esa libertad. Y los pobres son aquellos que no se esfuerzan, que gustan vivir del subsidio, incapaces para cualquier otra vida que no sea parasitaria y ociosa, viciosos que prefieren ser adictos al alcohol o a las drogas. Es decir, aquellos que voluntariamente se colocan en la marginalidad de esa ciudadanía que sí gana su sustento con merecimiento. Incluso ahora, con unos datos tan abrumadoramente enormes de desempleo y precariedad, el discurso en vigor no tiene reparos en, al tiempo que reconoce a regañadientes ciertos desarreglos del sistema productivo, culpar a los jóvenes y a los parados de “falta de iniciativa”, de ser “acomodaticios” y de no tener “espíritu emprendedor”.

En el proceso de pérdida de la ciudadanía, hay que señalar la nada casual denominación de “perroflautas” que utilizan tanto los elementos más fervientemente partidarios del status quo como, sobre todo, las fuerzas policiales represivas. No importa que, contra toda evidencia, se aplique a miles de personas que no tienen nada que ver ni social ni estéticamente con esta tribu minoritaria vagamente hippie. Lo que importa es que el “perroflauta” es un auto-excluido vocacional del sistema, y por tanto, un antagonista de la sociedad (de consumo), o lo que es lo mismo, un No-ciudadano por elección. De ese modo, nuestra conversión en “perroflautas” nos coloca, en el imaginario policial, en el mismo bando que aquellos a los que tradicionalmente maltrata y tortura con la tolerancia de los verdaderos ciudadanos (nosotros también, hasta ahora) y, no lo olvidemos, una casi total impunidad legal. Y así, el proceso de empobrecimiento vertiginoso de la clase media trae irremediablemente aparejado otro de desnaturalización, de pérdida de influencia ciudadana (pues la influencia se mide en términos de consumo) y, por tanto, de des-ciudadanización.

Hubo unos años, en que todos compartimos ilusoriamente los intereses de las rentas más altas. Se hablaba de un capitalismo bursátil popular, todos nos hicimos expertos en vuelos low cost y en gadgets electrónicos. Los saberes tradicionalmente constreñidos a los ricos se nos abrían y en casas de turismo rural se ofrecían cursillos de cata de vinos. Hoy, ese sueño se ha convertido en una visión tenebrosa de precariedad, pérdida de derechos, sub-trabajos sometidos a una permanente amenaza de exclusión del sistema, horarios abusivos y reducción de salarios. Aquellos que en el pasado, por su educación y su extracción social, ocupaban las clases medias se hayan ya en un estado, no tanto de proletarización como de franco empobrecimiento. El feliz continente que habitábamos compartiendo (en su versión low cost) intereses y deseos con los millonarios se ha quebrado y las placas tectónicas se separan velozmente. En la nuestra, los desclasados del sistema, los de siempre y nosotros, los nuevos, que empezaremos a catar el sabor de una vida de subsidios y asistencia social en un estado del "bienestar" que se diluye. En la tierra contraria, los ricos en su fiesta perpetua. Alejándonos de su paraíso, a la deriva, escuchamos el sonido de la música y las risas que se desvanecen. En su orilla, los policías nos saludan con las porras. Llegó nuestro turno.




PD.- Coeficiente de Gini:Indice que mide el grado de desigualdad en una sociedad.

PD2.- Informe de Amnistía Internacional sobre la policía española: http://www.amnesty.org/sites/impact.amnesty.org/files/PUBLIC/documents/eur20412006f2007.pdf

31.7.11

ESTRELLA FUGAZ

-Cada vez que salía con La India a la carretera la primera canción que sonaba en el coche era “Estrella Fugaz”. Terminó siendo nuestro ceremonial. Todo se iniciaba con “Estrella Fugaz”

Y entonces Carlos van poniendo ante mis ojos la sucesión de fotografías de sus viajes y me fascina su absoluta falta de afectación cuando se cuela su figura en alguna de las imágenes de sus recorridos. Respetando las reglas de los encuadres y la composición, sin embargo da la impresión de que le hubiese gustado apartarse. O ser traslúcido y que su silueta delgada no restase ni un gramo de protagonismo a los grandes espacios, las carreteras que se pierden en el infinito o las impresionantes formaciones rocosas que se alzan a su espalda. Pero también a los viejos letreros, las gasolineras abandonadas, los restaurantes desastrados, los automóviles antiguos que Carlos acopia como testigo mudo, estando sin estar, apareciendo sin aparecer, escondiéndose en su pose desnuda, franca, que mira hacia delante sin importarse. Y lo imagino colocándose a desgana en cada ocasión, cumpliendo a regañadientes algún tipo de ritual amable con La India que le está diciendo: “muévete ahí, más a la derecha, un paso hacia delante” y Carlos sueña con desvanecerse, con que algún tipo de fallo de la cámara le convierta en una sombra transparente, un espectro reminiscencia de si mismo y detrás el gran país, el continente, el pasado, la vida entera, el infinito, la sucesión de las pisadas en la historia que se plasma en sus fotos y sobre las que su figura no es más que un recordatorio temporal del instante, un periódico abierto en una fotografía en sepia, una hoja de calendario, un subrayado en la agenda.

Más tarde le veré con su pequeña cámara, tan sencilla como él, observándolo todo, dejando testimonio de todo, de las piedras de las iglesias en ruinas, las barcas hundidas en la ría, las inscripciones, una chica que come frutos secos sentada bajo el sol…..siempre con esa sensación de que Carlos quiere quitarse de en medio, no ser más que el transmisor, el aire invisible por donde viajan las ondas, el cartero anónimo que enlaza las ciudades y los mundos y desaparece sin dejar rastro cuando cumple su función. ¿Para quién? Nunca para él, siempre para otros. Carlos mira el mundo para trasladarlo a otras miradas, aprende de música para que otros aprendan, descubre para que otros descubran y su conversación es una sucesión de pequeños destellos luminosos que centellean en la noche.

Estamos viendo a Ely Paperboy Reed en silencio, Josemi, él y yo. De repente se nos acerca y dice: “Cuando viví en Inglaterra trabajé en una fábrica durante unos meses. Allí tenían un porcentaje de trabajadores reservado para personas con deficiencias mentales. Uno de ellos era la persona que he visto en mi vida con más conocimientos sobre soul. Estuve en su casa y atesoraba vinilos que ocupaban dos habitaciones enteras. Era una persona normal hasta que se metió en una pelea tremenda que le dejó el cerebro tocado para siempre. Confundía el tiempo que habitaba, su realidad era extraña pero nadie sabía más de soul que él. Un día me dijo: “¿Sabes quien fue el mejor cantante de soul que jamás oí? ¿Recuerdas a Rick Astley, el cantante pop? Yo le escuché antes de que fuese famoso. Fue la mejor voz que oí en mi vida. Luego lo ficharon de una gran discográfica, cambiaron el estilo y se jodió todo”. Y Carlos hace un silencio de esos suyos, sonríe y nos dice a Josemi y a mí. “Rick Astley, quién lo iba a decir, Rick Astley”. Y luego vuelve a poner toda su atención en Ely, desentreñando nuevas visiones sobre la música, para transmitir a otros, para convertir cada conversación en otra luminaria que alumbre otras noches, en otros lugares, a otras personas. Y cuando le observo escuchando atento, a él, que sabe de tanto de música, que la ama tanto, tengo la certeza de que jamás ha soñado en ponerse en la piel de aquellos a los que admira, a los que estudia, a los que difunde con su pasión incansable, sino que Carlos, se siente afortunado por poder escucharles, por poder mirar, por oír, porque el mundo se mueva ante sus ojos mientras él lo recorre en esos estallidos de luceros efímeros.

Volvemos a casa por la autopista. No suena ninguna canción en mi coche viejo pero la música está siempre en el aire que respiramos. De repente, ante nuestros ojos, una exhalación amarilla surca el cielo dejando a su paso una enorme estela de chispas. Carlos y yo gritamos al unísono: “¡Joder! ¿Has visto eso?” y él se pregunta: “¿Dónde caerá?”. En la noche, conduciendo, hipnotizados con el paso de las rayas amarillas, le imagino colocando los últimos bártulos con La India y saliendo al camino otra vez. Enciende el equipo y suenan los primeros riffs de la canción que inicia la ceremonia del viaje y el descubrimiento. Y esta noche, observando el firmamento negro a la búsqueda de nuevos estallidos de luz sé lo que ha pasado. Que el cielo le ha hecho un guiño a él, la verdadera Estrella Fugaz.

19.5.11

Algunas propuestas para el debate. Democracia Real Ya
















PARTICIPACIÓN:


-Facilitar la convocatoria de referéndum, derecho de petición, iniciativa legislativa popular y la creación de listas de colectivos ciudadanos.

ORGANIZACIÓN ELECTORAL:


-Obligatoriedad de listas abiertas

-Modelo de distribución territorial igualitario y sistema proporcional puro. Eliminación del mínimo del 5%



TRANSPARENCIA:


-Obligatoriedad de publicitar todos y cada uno de los gastos públicos. Publicidad de los presupuestos y la contabilidad de las administraciones.

-Los partidos serán responsables civiles subsidiarios de las acciones de corrupción de cualquiera de sus miembros en el ejercicio de su cargo.

-Establecer medidas de control de la acción política. Los programas electorales deberán ser vinculantes. Tendrán la forma de un cronograma detallado, en el que se especifique el tiempo y los gastos o recursos necesarios para su realización. Los programas electorales no podrán ser alterados una vez aprobados. Su modificación significativa exigirá una nueva convocatoria electoral.

-Establecer medidas de máxima transparencia en la gestión pública promoviendo la inspección y la valoración de la actividad por parte de organismos externos. Es decir, organizaciones ecologistas, de derechos humanos, observatorios de participación política, colegios profesionales, etc.

-Ningún imputado por Jueces o Tribunales en delito penal podrá presentarse a ninguna elección a cargo público en tanto no cese la imputación.


EQUIDAD:


Medidas para equidad en la fiscalidad:

-Tasas sobre la publicidad

-Tasas sobre operaciones especulativas, bonus y beneficios empresariales

-Establecimiento de un salario máximo legal

-Recuperación de los impuestos del patrimonio y de sucesiones para las grandes fortunas.

-En los ámbitos municipales, obligatoriedad de los ayuntamientos de aprovechar hasta el límite legal actual de las facultades de imposición a las constructoras de las cesiones de suelo público, subida de impuestos sobre la propiedad, tasas sobre la construcción

-Cese de las medidas de privatización.

-Establecimiento de una banca pública

-Fiscalidad redistributiva y fomento de la persecución del fraude fiscal.



DERECHOS:

-Todos los derechos reconocidos en la constitución, inclusive el derecho al trabajo y la vivienda, serán exigibles jurídicamente.

SOLIDARIDAD:


-Establecer por ley un porcentaje mínimo obligatorio de ayuda al desarrollo.

-Anulación de la deuda externa



MEDIO AMBIENTE:

-Renunciar a la construcción y/o mejora de nuevas infraestructuras para el transporte salvo caso de flagrante urgencia social y destinar el excedente a las infraestructuras relacionales: educación, sanidad, guarderías, parques, bienes culturales…


-Establecer medidas para la reducción en términos reales de nuestra huella ecológica. Reducción de emisiones y residuos en todos los ámbitos. El grado de emisión territorial de cada administración será público y serán obligatorias acciones para su disminución.

-Asunción instantánea con rango legal de todos los protocolos de respeto al medio ambiente y derechos humanos de las organizaciones y foros internacionales.

-Prohibición absoluta de cualquier espectáculo público en el que intervengan animales, sea del modo que sea.


EDUCACIÓN:


-Promover la educación laica y gratuita. Devolver a la esfera privada la religión y promover el estudio de las humanidades, las ciencias y las artes.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN:


-Los medios de comunicación públicos estatales, regionales, locales, no tendrán intereses comerciales y servirán para promover los valores que se derivan de estos puntos, así como para crear espacios de encuentro entre ciudadanos, y cambiar el imaginario desarrollista. Estará prohibida la publicidad.

-Los medios de comunicación privados harán público el listado de accionistas así como los anunciantes cuando se trate de grandes corporaciones empresariales o lobbys de las mismas.

TRABAJO:

-Cese de la discriminación laboral a la mujer y otros colectivos.

-Reducción de la jornada laboral y la edad de jubilación

-Control efectivo de la legalidad de los contratos de trabajo

-Rigor en la persecución del fraude